Es necesario abrir las fronteras de la mente, comenzar a presenciar otros paisajes en tiempo real, conocer personas, descubrir culturas y capturar momentos inigualables en una fotografía, pero más que nada, hacerlos perdurables en el mismo ser.
Es que volar, no es sentirse superior, es interpretar que el mundo está a nuestro alcance y nosotros estamos a disposición del universo, un disfrute mutuo y perdurable en la memoria. Conquistar caminos, viajar desde burros y camellos, bicicletas y patines, carros y trenes, hasta los barcos y aviones más sofisticados; para arriesgarse a desatar el aventurero interior y estar dispuesto a recorrer el universo, a marcar una identidad por contraste, que se resume, en saber vivir.

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